Guaimaral Magdalena: Anécdotas

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ANÉCDOTAS DE GUAIMARAL:
La historia de Guaimaral guarda diversos hechos, algunos memorables y otros un tanto desafortunados. Entre los más destacados están:

F La Visita del Pollo Vallenato: Ocurrió en 1958, cuando don Tránsito Ramos Gutiérrez trajo a su hacienda Campo Alegre, al más connotado interprete y compositor vallenato del momento: Luis Enrique Martínez (el pollo vallenato). Aunque la visita era privada, el anfitrión tuvo que dar acceso a la gran multitud que se aglomeró en su hacienda, deseosos de ver al pollo, quien gustoso, ante la aclamación, interpretó el éxito del momento: mi negra y otras de sus composiciones. El día que su Jeep arrancó del pueblo, un gran número de personas corrían detrás dando ayos y llorando porque se iba el pollo.

F El Primer Carro que entró al Pueblo: Debió ser 1951 o 52, pues el hecho se atribuyó al gobierno de Laureano Gómez. El susto empezó a eso de las once del día, cuando un ruido extraño empezó a percibirse cada vez más fuerte. Al rato un enorme animalejo color de sapo, con dos grandes ojos espabilando, apareció arrastrándose en forma parsimoniosa por el camino real, resoplando, gritando como pichón de ponche y echando humo, dando señas de tener candela por dentro. Las cadenas de sus cuatro patas redondas lanzaban barro a medida que giraban y el animalejo se desplazaba. Toda la gente del pueblo salió a verlo, pero desde dentro de los trascorrales, pues tenía miedo. Don Juan Ribón, su dueño, quien lo manejaba, saludaba a las personas conocidas que veía en su recorrido, desde la entrada hasta la casa de don Ladislao Muñoz, donde paró y se bajó muy sonriente.
Allí se aglomeró el pueblo entero y recelosos observaban desde lejos. Entonces, don Ladislao habló al gentío, diciendo que no se preocuparan, que se acercaran sin miedo, que mejor aplaudieran porque el progreso acababa de tocar a Guaimaral por vía terrestre. Que en adelante se podría dejar de maltratar a los burros o a los bogas y usar el carro para llevar la carga y las personas, todo muy rápido. Sólo había que avisarle a don Juan Ribón, quien entraría en su camión desde Guamal.
A propósito, se trataba de El Único, un camioncito Ford modelo 46, el primero y único que hubo en Guamal por mucho tiempo, de ahí su nombre. 

F  La Bola de Candela: Ocurrió en 1955, a eso de las 7pm, cuando el cielo se iluminó de repente. La gente salió a los patios o a las calles y empezó a llorar y pedir perdón a Dios con las manos en la cabeza. Decían que el fin del mundo había llegado. Mientras tanto, en el firmamento una muy visible bola de candela (como la llamó la gente) pasaba velozmente desde oriente hacia occidente. Quienes la observaron dijeron que era como una gran bola de fuego y que soltaba chispas.
Su gran claridad duró como un minuto. Luego todo quedó muy oscuro, en silencio y la gente todavía llorosa y asustada. Días después se explicó que se trató de una bola de fuego enviada por Dios para confirmar que quemaría el mundo en 1975. Y que por esta vez la había dirigido hacia el mar, donde cayó produciendo gran mortandad de animales marinos y un fuerte estruendo. Ante la intensidad de los rumores, muchos hasta  afirmaron haber escuchado luego como una especie de trueno lejano.

F  El Manos Pegadas: En 1957, cuando Rojas Pinilla salió del poder, apareció en Guaimaral aquel tipo tan enigmático como su procedencia. Aparentaba unos treinta y cinco años de edad, estatura alta, delgado, color moreno, rostro indescifrable, mirada aguda y lo particular: sus brazos doblados en los codos estaban pegados a su pecho quedándole las manos, ligeramente empuñadas, también pegadas al cuello, de manera que para girar la cabeza tenía que girar el tronco. Ese hecho le daba al personaje un aspecto tétrico, horripilante, tal que generaba temor y, por tanto, la gente rehusaba a su presencia. Los muchachos, en particular, huían cuando notaban su cercanía. Con su voz frágil musitaba que le dieran una limosna para seguir sobreviviendo. Algunos le depositaban una monedita en un talego de lona que terciaba en su hombro. El lío era cuando pedía comida, pues solicitaba que se la dieran en la boca y nadie se atrevió a hacerlo. Entonces se la colocaban sobre una tabla y aquel ser se inclinaba y comía como animal extraño.
Tal vez tres o cuatro semanas permaneció el sujeto en el pueblo. Ya que desapareció por los playones sin dejar rastro, el mismo día que el Cachaco Ramírez (el vendedor de medicinas) llegó en correduría y contó que al tipo se le habían pegado las manos por pegarle a la  mamá y que sus propios hermanos andaban por los lados de la carretera, buscándolo para castigarlo. Inclusive, manifestó el Cachaco, que aquellos ofrecían una recompensa a quien lo capturara o informara de su paradero.
El rumor nunca se confirmó, pero cuando doña Blasina Cadena Rangel le preguntó al sujeto cómo se llamaba y las causas de su problema, el tipo guardó silencio. Cuando le contó acerca del rumor difundido, salió apresurado hacia los playones, dizque a hacer una necesidad y desapareció por entre el pastizal.
Para mas misterio, una rara tormenta, con truenos y fuerte brisa, se desató aquel día hacia el sector donde el tipo cogió. No se volvió a saber nada de él, la gente se tranquilizó, sobre todo los muchachos, quienes le habían cogido pavor. Desde luego, por mucho tiempo, los playones mantuvieron libres de pelaos.  

F  La Carrera de Niñas en Conquistadores: La ocurrencia fue de la Seño Francia Linares; el motivo, celebrar el día de la raza. Los preparativos empezaron como un mes antes. Todas las alumnas tenían que participar; el uniforme, lo más parecido al de los conquistadores, corría por cuenta de los respectivos padres. En una reunión la profesora informó los nombres de las alumnas de los dos únicos equipo: el amarillo y azul y el verde y rojo. Las costureras del pueblo hicieron dichos bombachos a tiempo. Y aquel 12 de octubre, a las siete de la mañana, las cuarenta alumnas estaban en el tramo de calle frente a la iglesia al lado oriental, la cual había sido adornada con cadenetas y avisperos previamente. Dos líneas de salida estaban demarcadas con cal, una a cada lado de la línea de llegada, trazada en el centro a igual distancia de las anteriores (como a 50 metros). A un lado se hicieron las amarillo y azul y al otro las verde y rojo. Ambas ansiosas y atentas a las ordenes de los vecinos que hacían de jueces de partida, también ataviados para el caso; de manera que ciertamente parecía estar ante Quesada y sus soldados, pues los bombachos y los corpiños que lucían eran iguales.
En la línea de meta estaba la profesora quien mediante izar una bandera autorizaba la partida simultánea de las dos competidoras de turno, una de cada bando; las cuales habían sido designadas previamente según las tallas, de manera que no hubiera ventaja. Los jueces de llegada mediante izar la bandera respectiva declaraban una ganadora o un empate. Los padres de familia hicieron calle de honor durante todas las competencias y aplaudías o animaban a sus pupilas. Así concluyó el evento. Todo salió muy bonito, salvo que algunas niñas, talvez por el atuendo o por falta de costumbre en correr, se cayeron en plena carrera. Los jueces analizaron los resultados y declararon empate. Sin embargo, al día siguiente empezaron las puyas y las indirectas; tanto que hubo alegatos, acusaciones de trampa, de parcialidad e insultos entre las madres en las calles y sobre todo en el aljibe. Eso que el evento fue para celebrar el día en que las razas se mezclaron, por lo menos era lo que enseñaba la profesora.
Acotación: Según comprobé en el archivo oficial de la época, el inspector tuvo que colocar a media docena de señoras y a algunos señores fianzas de cincuenta centavos, las cuales, por lo elevadas, persuadieron a los conflictivos. 

F  La Visita de los Misioneros: Desde un mes antes la gente empezó a arreglar el pueblo para la visita de los misioneros. Se dividieron en grupos de trabajo. Unos limpiaban las calles, el cementerio y lotes baldíos de yerbas o basuras. Otros pintaban las casas, arreglaban el frente y los trascorrales.
Pero el mayor esmero se ponía en el embellecimiento de la iglesia, la escuela que serviría de dormitorio a los visitantes y el camino por donde llegarían. Los tres últimos días previos los dedicaron a colocar los arcos de palma de vino que empezaban en La Ceja, formando una especie de túnel que terminaba en la puerta de la iglesia, el cual se hacía más tupido a medida que se acercaba a su llegada. Burros, vacas, puercos y personas no podían pasar por entre el túnel, cosa que vigilaba un grupo de señoras.
Los pelaos y más de un adulto, preguntaban quienes eran los misioneros, pero nadie respondía. Hasta que un día miércoles, a eso de las 9a.m. el pueblo quedó desocupado porque todos se concentraron en La Ceja, donde le dieron sonoro y sostenido aplauso a dos señores y un jovencito que hacía de asistente. Cada uno montaba un parsimonioso burro debidamente aperado. Luego del aplauso entraron al túnel y detrás un coro de damas jóvenes ataviadas para la ocasión los siguió cantando una especie de himno muy solemne. El resto de la multitud acompañaba detrás, por fuera del túnel, en riguroso orden y silencio a modo de procesión. Luego en la entrada de la iglesia, varios señores se acercaron, colocaron taburetes y sostuvieron hasta que los dos señores se apearan de los burros, haciéndolo con mucho cuidado.
Ya de pie, se observó su gran similitud física, su cano cabello corto, su tez blanca. Lucían sotana blanca, sandalias de cuero, sombrero de corcho, dorado anillo de roja piedra en el anular de su mano derecha y prominente crucifijo colgado en su pecho. Con su pausado caminar, como de setentones, se subieron al pretil de la iglesia, sonrientes levantaron las manos, saludaron a la multitud y con voz suave dieron las gracias por el acogedor recibimiento e informaron que eran peregrinos de la iglesia católica.
Aquella noche presidieron el rosario y recalcaron sobre el rezo de las letanías como cierre. El día jueves recibieron confesiones  toda la mañana; por la tarde se reunieron con los organizadores del recibimiento en la escuela. El viernes atendieron visitas de oleos y confirmaciones en la mañana y en la tarde le hablaron a las dieciocho parejas, reunidas en la iglesia, que aprovecharían para casarse. El sábado en la mañana oficiaron misa y bautizaron; en la tarde confirmaron. El domingo en la mañana oficiaron misa y atendieron el matrimonio colectivo, al medio día asistieron al banquete de boda colectivo que se ofreció en la escuela. El lunes todo el día recibieron visitas de los vecinos en la escuela. El martes salieron a recorrer el pueblo y a atender invitaciones de vecinos. El miércoles en la mañana se reunieron de nuevo con los organizadores; en la tarde, dando la mano, se despidieron del pueblo reunido en la plaza; en la noche presidieron el rosario y se despidieron de los grupos de la iglesia. El jueves, a las cinco de la mañana, partieron montados en sus burros hacia Guamal, acompañados por una comitiva del pueblo. 
Así concluyó aquel notable acontecimiento de Guaimaral que como hecho destacable, propició  el sacramento matrimonial en colectivo a doce parejas, donde la más joven pasaba de los treinta y cinco años, al menos hacía diez años vivían juntos y tenían más de cinco hijos.
Del notable suceso se acota lo siguiente: Seis de las dieciocho parejas iniciales a casarse desistieron y no se recuerda sus nombres. Nadie recuerda el nombre de los dos setentones visitantes. La gente recogió y guardó por mucho tiempo las palmas de los arcos como reliquia.

F  La Desaparición de la Santa Cruz: Se cuenta que desde sus inicios el pueblo eligió a la Virgen María como Santa Patrona. Pero dicen que pasado el tiempo, el clero se molestó porque la gente, en las celebraciones, los ocho de diciembre, se refería mucho a La Purilimpia, una imagen de la virgen que tiempo atrás se le había aparecido a un vecino. Eso llevó a que el clero cambiara a la Virgen por la Santa Cruz  como nueva patrona del pueblo.
Para eso se hizo una gran celebración un tres de mayo y se erigió un vistoso y metálico monumento a la Santa Cruz, en la plaza del pueblo, frente a la iglesia.
Todos los 3 de mayo se hacía la fiesta a la Santa Cruz, pero el pueblo siguió celebrando también el día de la virgen con gran fervor. Hasta que poco a poco, por pura fe, se volvió  al patronato inicial y la Santa Cruz perdió protagonismo.

Todo parecía normal; pero pasó que en 1958, una mañana el monumento de la Santa Cruz no amaneció en su pedestal. Desapareció de manera misteriosa, ya que, no obstante sus dos metros de alto por uno veinte de ancho y su gran peso, jamás se volvió a saber de su paradero. Allí, ya en el 2006, todavía se observa el pedestal de dicho monumento, con un tronquito de la gruesa varilla soporte, cortada de manera perfecta. Eso, como testigo mudo de un desafortunado hecho, en la vida de Guaimaral.
Acotación: Obra de Satanás: manifestaron los vecinos muy asustados, reunidos en la plaza, aquella mañana de la desaparición.

F  La Purilimpia: Se trata de un caso de aparición de la virgen a un vecino de Guaimaral, ocurrido en el siglo XIX. Por su extensión no se describe aquí, pero puede verse el libro La Purilimpia, también de mi autoría.

F  Incendios de Viviendas: En el pasado ocurrían a menudo incendios en los pueblos. En Guaimaral se recuerdan dos casos muy lamentados en su época.
Uno fue el incendio de la casa donde vivía don Emiliano Pacheco, su señora Cándida Soto y sus hijas. Allí está en la actualidad la casa de doña Silvia García Navarro. El hecho ocurrió en 1953, en horas de la madrugada. Cuentan que la gente corrió con el agua de sus tinajas y luego cargó desde el Aljibe, hasta que el fuego se apagó, alcanzándose a quemar la mitad del techo. Se recuerda que tan pronto como se apagó el fuego, de repente un fuerte aguacero empezó a caer. Llovió el resto de la noche y la casa amaneció inundada.
Otro caso fue el incendio de la vivienda de don Clemente Flórez, ubicada en la parte de arriba, sector de la grama. Allí si se quemó todo no obstante la cercanía de la ciénaga. Porque el pueblo, incluyendo los afectados, estaban entretenidos presenciando la lectura del testamento de Año Viejo, en 1956, frente a la casa de don Ladislao Muñoz, en la parte central del pueblo. Cuando el holgorio mermó un poco, alguien observó la claridad y el humo. Enseguida alarmó a todos y corrieron hacia el sitio, pero cuando llegaron, ya todo estaba en cenizas. Pocos días después el vecindario ayudó a construir  una nueva vivienda al afectado en el mismo sitio. Además, varios condolidos donaron taburetes, mesas, ollas, ropa y otros a  don Clemente y su familia.

F  La Muerte de Matías: Como a las siete de la mañana se vio pasar a Matías, con su flecha y su arco de macana, hacia Guaguaco, a donde iba a menudo a flechar algún pez para comer con su mujer: la negra Ana Rosa. Esta, a pesar de su solladez, le había insistido que no fuera a pescar aquel día, porque durante la noche lo había tenido que recuperar dos veces del ataque de epilepsia que sufría. El hombre no hizo caso, diciendo que no se tardaría porque cuando el sol subía un poco los peces empezaban a “aguajear” facilitando su pesca y que por eso antes del medio día estaría en casa.
A las doce Ana Rosa empezó a alarmar a los vecinos, a la una lloraba en la calle pidiendo que la acompañaran a buscar a Matías, pues creía que por su demora algo malo le había pasado. A las dos, un numeroso grupo de vecinos salió rumbo a Guaguaco a buscar a Matías. Mal presagio les causó haber encontrado sobre un tronco la ropa del perdido, quien por más que lo buscaron en tierra y lo llamaron no se obtuvo ninguna respuesta suya. Para colmo, se rumoraba la existencia de cierto caimán que se mantenía por el sector. La angustia aumentó cuando al rato el grupo que buscaba para el lado de Las Flores encontró la flecha de Matías flotando a la deriva. Naturalmente, hacia aquel sitio se intensificó la búsqueda bajo el agua, pues todo indicaba que Matías debía estar ahogado por allí.  En efecto, a eso de las cuatro de la tarde, Charía salió espantado gritando que se había tropezado con algo raro bajo el agua, en la sombra de un frondoso Pimiento, como a un metro de profundidad. La gente buscó en el sitio y efectivamente allí estaba el cadáver de Matías, teso como una estatua, con las piernas recogidas, los brazos doblados por los codos con las manos hacia delante y su ceño fruncido, tal como se colocaba cuando le daban sus frecuentes ataques de epilepsia. En una palanca llevaron el cuerpo de Matías hasta su casa, El doctor Ponce lo examinó, confirmó la causa del fallecimiento, pues no había tragado agua y tuvo que cortar los tendones de sus articulaciones para poderlo acomodar en el cajón.
Todo antes que se despertara Ana Rosa, quien se había privado del pesar; también antes que llegaran desde la montaña doña Emilia Moreno e Irene Ramos, sus padres.

F  El Vil Asesinato de dos Hijos del Pueblo: Fue el caso de don Crispiniano Blanco Rangel y su señora Jacinta Aconcha, asesinados en su propia finca llamada “La Batalla”, a unos 30Km del pueblo por el camino hacia la montaña. Ocurrió que la pareja había vendido un importante lote de ganado a ciertos individuos que llegaron al territorio comprando ganado. El negocio se realizó, los tipos pagaron la gruesa suma en efectivo a la pareja y se llevaron el ganado. A los pocos días, a sabiendas de la soledad en que permanecía la pareja ciertos días en que el personal salía y sus hijos tampoco estaban, escondidos, llegaron a la finca y los asesinaron en forma inmisericorde. Luego esculcaron todo buscando el dinero, el cual no encontraron y se marcharon muy furiosos. Eso atestiguó don Pedro, el anciano cuidandero de la finca, quien escapó a la matanza, merced a que los tipos, sabiendo de su presencia permanente en la finca, no lo encontraron  entre los matorrales donde se escondió, desde donde observó los hechos, hasta que pudo salir a avisar.
Tiempo más tarde, las autoridades capturaron a los acusados, quienes negaron todo argumentando aparentes cuartadas. Pero ante las evidencias y el testimonio de don Pedro, tuvieron que confesar.
Cuentan que luego del entierro, don Pedro reunió a los hijos de la pareja en la finca, todavía en edad adolescente y también a allegados de la familia, los llevó a un abandonado escusado y les indicó que, el día siguiente de la venta, doña Jacinta le dijo que allí había guardado el dinero. Los muchachos buscaron y efectivamente hallaron la gruesa suma.
Aunque los insensatos tipos fueron condenados a pagar condenas, nada pudo suplir la falta de la trabajadora pareja en la comunidad de Guaimaral y menos la falta a los cinco hijos que quedaron huérfanos del amor maternal y fraternal.
Acotación: Aunque el tiempo ha pasado, el pueblo sigue recordando a sus dos sacrificados hijos.

Tomado del Libro: GÉNESIS DE GUAIMARAL
Unidad  V: CURIOSIDADES.
Autor: URIEL VILLALOBOS CADENA.


Unknown

Autor, Economista, Catedrático, Asesor Académico e Historiografo

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