05 LA ENFERMERA SIN
ROSTRO
DE EL CENTRO
Unos
dicen que Nancy llegó de Cali Col, otros que de Texas USA, pocos días después
de inaugurado el hospital de El Centro y desde aquel día se dedicó a aliviar el
dolor de los pacientes. No importaba que fuera dolor de quemadura, de fractura,
de apendicitis, de carbunco o de parto, este siempre cedía el paso a una
sonrisa al ver tanta dulzura convertida en enfermera. Ni siquiera los neonatos
tenían que llorar con las inyecciones de tan suaves manos.
Ella
misma afirmaba que la providencia siempre la guiaba hacia el sitio donde urgía
su presencia, por eso podía ser tan oportuna. Nancy muchas veces se bajaba del
vehículo en las carreteras frente a una vivienda para pedir agua o con
cualquier otro pretexto y justo allí una
parturienta, un cortado, un fracturado o alguien requería urgentemente su
atención. En fin, por aquel entonces, en el hospital de El Centro y en las
veredas aledañas, los enfermos conocieron la dulzura de la enfermera Nancy y su cariño de amiga para tratar a pacientes
y dolientes.
Sin
embargo, un día la fatalidad apareció
para interrumpir aquella vida de lucha contra el dolor, apenas a los veintitrés
años de edad, cuando, por culpa de un conductor embriagado que la arrolló, la
joven enfermera quedó como víctima fatal en un lado de la carretera entre el
campamento donde vivía y el hospital.
Aquel
día de nubes negras para El Centro y de
llanto para sus habitantes, Nancy cambió su papel de apaciguadora del dolor por el de su víctima. Con mucha tristeza, quienes la vieron allí destrozada y
amontonada en una cuneta de la carretera, informaron que su agraciado rostro
quedó totalmente desfigurado al impactar contra el duro recebo. Dicen que sólo
pudo emitir un desgarrador ¡aaai mi maaadre..! con el que entregó su vida y
expulsó de su cuerpo mucho mas dolor que el mitigado a sus pacientes.
Pero,
al parecer, allí había terminado apenas la primera etapa de la misión de Nancy
contra el dolor en este mundo, porque después de tan absurdo accidente, de día
o de noche, en el hospital empezó a observarse la presencia de una
agraciada enfermera, también con su impecable vestido blanco, su toca en la
cabeza, su dispensario en las manos, caminando apresurada por los pasillos y
entrando a las piezas de los enfermos. En ocasiones hasta los atiende y charla
con ellos.
Cuentan
los conductores de Ecopetrol que transitan las carreteras de El Centro, que
bajo el ardiente sol o bajo la torrencial lluvia, encuentran a aquella enfermera,
con su paraguas abierto, al lado de la vía, pidiendo cola como Nancy lo hacia
en vida. Cuando el vehículo se detiene, se acerca, saluda y pregunta si la
pueden acercar al hospital o a alguna vereda. Después de la aceptación del
conductor, abre la puerta y toma asiento en la cabina calladamente. El personal
en el hospital escucha su voz en el parqueadero despidiéndose del conductor.
Luego se la ve caminando debajo del bosque de bambúes que rodea el entorno,
recorre los jardines exteriores, llega hasta la puerta de personal y se dirige
al vestíbulo.
En
otras ocasiones, hace señas a los conductores de la empresa que salen del
pueblo, ruega que la acerquen a la entrada de tal o cual vereda. Allá, en las
veredas, los campesinos la ven acercarse a sus viviendas, con el botiquín en
las manos, saluda y pregunta: ¿cómo se encuentra el enfermo? Luego de escuchar
las respuestas, pide permiso para pasar a atender el paciente. Cuentan que les
aplica inyecciones, les cura las heridas y realiza cualquier actividad
competente a la misión de una enfermera; hasta hace las recomendaciones del
caso antes de despedirse. Al marcharse no permite que nadie la acompañe, se la
ve retirarse lentamente por el camino y tras algún recodo desaparece
misteriosamente. Por su parte, explican los enfermos que, luego de recibir sus
aliviantes atenciones, la ven ausentarse levitando a poca altura del suelo;
dicen observarla alejándose, después de cierta distancia su figura se va
tornando transparente hasta desaparecer como si se ocultara en el aire
lentamente. Sólo que ninguno ha podido describir su rostro, porque cuando se le
mira fijamente la cara no más se observa una especie de sombra traslúcida,
desforme e indefinible.
Otra
versión cuenta que Nancy dominaba perfectamente el español y el inglés, era muy
bella, amigable y servicial; por eso un día cuando regresaba del hospital a los
campamentos, en el trayecto que solía recorrer a pie, un malvado conductor de
taxi la recogió con el pretexto de que fuera a atender un herido en una vereda;
pero ya solos la violó, la asesinó, le quemó el rostro para que no la
reconocieran, la enterró donde no se encontrara su cadáver y desapareció de la
región. Eso porque se le aparece y
asusta preferiblemente a los conductores.
Eso
sí, para todos los que ha atendido, sea criolla o extranjera, la misteriosa
enfermera de El Centro es la servicial Nancy continuando su misión contra el
dolor en este mundo; ahora mandada desde el hospital principal del cielo,
porque irradia la misma dulzura a los pacientes, es tan oportuna como eficaz y,
sobre todo, porque, al mirarla fijamente a la cara, no se le ve rostro.
Reflexión: La dulzura alivia siempre cualquier dolor
Tomado del Libro:
TRADICIÓN ORAL DE BARRANCABERMEJA
Autor: URIEL
VILLALOBOS CADENA
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