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PRESIDENTE
POR UNA HORA
Hace varias décadas, una muy importante empresa local
ligada a la industria de abonos, entró en conflicto con su sindicato. Como
siempre, discrepaban en los puntos fundamentales de la Convención Colectiva
y dada la gran cantidad de mano de obra que ocupaba la empresa en mención se
presentó mucha agitación social en la localidad. Por aquel entonces gobernaba el país G. L.
Valencia, quien informado de la gran beligerancia sindical local y temiendo
mayor agudización del conflicto, concedió una audiencia especial al sindicato
para tratar el problema.
El sindicato designó para la comisión a tres de sus
mejores sindicalistas y encargó de presidirla a su más renombrado y
experimentado dirigente del momento: Hilarión Porras. Los tres llegaron al
despacho presidencial el día previsto, en la puerta les informaron que
siguieran al despacho, se sentaran y esperaran un momento mientras el
presidente llegaba. Sin saber, Hilarión se sentó en la silla reservada al
presidente, tal que cuando éste entró, el secretario privado que lo acompañaba
quiso desocupar la silla advirtiendo al dirigente sobre la exclusividad del
mueble y haciéndole traer otra silla, pero el presidente no lo permitió, sino
que se sentó en la silla que trajeron y después de saludar y escuchar a la
comisión se dirigió a Porras y le dijo:
“Para ser más práctico, aprovechando que usted ocupa
mi silla, a partir de este momento lo nombro presidente, exclusivamente para
que formule una solución al problema de su empresa y su sindicato. Tan pronto
la tenga debe dictársela aquí al secretario y yo se la firmaré enseguida. Eso
sí, le ruego que se apure, pues lo esperaré un momento, ya que tengo otros
compromisos pendientes por atender.”
Cuenta el pajarito testigo de la casi mágica
designación, que un profundo silencio empezó en el recinto. Y en ese ambiente
Hilarión buscaba y rebuscaba en sus papeles; lo mismo en su mente, donde casi
se le veían girar las neuronas buscando en ella alguna bendita idea o solución,
sus compañeros también hacían lo mismo.
Media hora después (que pareció como un siglo), una
voz retumbó en el recinto preguntando:
Estimado dirigente y presidente “hadoc,” ¿Ya tiene
usted la solución del problema?
Otra voz casi inaudible respondió: Nnnoo señor.
La primera voz
volvió a escucharse diciendo:
Le concedo treinta minutos más.
Otra media hora después (que ahora pareció la
eternidad), la primera voz volvió a preguntar:
¿Ahora si tiene ya la solución?
La segunda voz débil volvió a responder: Nnnooo
seee...ñoor.
El doctor G. L. Valencia entonces se puso de pie, se
dirigió a Hilarión y le dijo: En este momento lo destituyo del cargo de
presidente y como observo que ni siquiera tienen una solución a su propio
problema, les aconsejo regresar a su
base, formular una y luego traten de discutirla con el ministro respectivo.
Cuenta el lorito testigo que seguidamente, el
presidente se despidió de los comisionados y en son de broma les sugirió no
creer mucho en el dicho popular que
dice: “crea fama y échate en la cama.”
Tomado del Libro:
TRADICIÓN ORAL DE BARRANCABERMEJA
Autor: URIEL
VILLALOBOS CADENA
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